Discriminación y sobrecarga laboral de las mujeres en Bolivia
La pandemia de COVID-19 agravó y sacó a la luz muchos problemas estructurales de la sociedad boliviana, que generalmente andan ocultos bajo la alfombra; pero que saltan a la vista y se hacen más evidentes en los momentos más críticos. Entre ellos, la discriminación y la sobrecarga laboral para las mujeres, entre el trabajo remunerado y el no remunerado en el hogar.
De manera general, los problemas estructurales en una sociedad afectan en mayor medida a los sectores vulnerabilizados. Este es el caso del sector comerciante gremial de mujeres, un sector enorme de la población. Bolivia tiene una de las economías informales más grandes del mundo, la tasa de informalidad laboral en el país es de 73,2%, de esta población una gran mayoría (75,6%) son mujeres. (OIT, 2020).
Este es un sector vulnerabilizado, no sólo por todos los problemas económicos que detenta por su condición laboral, sino también por los problemas relacionados a su condición de género. Las mujeres que trabajan en el comercio minorista informal tienen prácticamente una economía de subsistencia, viven al día y carecen de derechos laborales como vacaciones, aguinaldo, bono de antigüedad, prima anual, baja por maternidad, etc., y tampoco cuentan con una jubilación, el 46% de este sector no tiene seguro de salud (Marín, 2016 citado en Pabón y Sanabria, 2021).
Desde Colabora.Lat Bolivia se realizó un profundo trabajo de campo con las mujeres del sector gremial, junto a una serie de entrevistas y talleres de escucha activa, momentos donde se pudo conversar largamente con las mujeres sobre la COVID-19 y las consecuencias que ésta trajo no sólo a su economía y su salud, sino también a su vida diaria. Durante estos encuentros se hicieron evidentes los grandes problemas que estas mujeres tuvieron que enfrentar sobre todo al inicio de la pandemia y en especial durante la cuarentena rígida. Desde sus voces se lograron rescatar una serie de testimonios que dan cuenta de la discriminación y el aumento de trabajo que les significó la pandemia.
COVID-19 y la discriminación
A partir de la Constitución Política del Estado aprobada el 2009, que fue resultado de un histórico proceso constituyente, Bolivia es reconocida como un Estado Plurinacional. Esta Constitución reconoce que la nación boliviana está conformada por las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas (artículo 3). Sin duda, es un país diverso donde una gran parte de la población es indígena, según datos del Censo de 2012 el 41% de la población boliviana mayor a 15 años se identifica como indígena.
El sector comerciante gremial de mujeres no es la excepción, ya que está compuesto en su mayoría por mujeres indígenas y migrantes de primera o segunda generación: el 60% habla aymara y alrededor del 52,6% se autodefinen como tal. (Marín, 2016 citado en Pabón y Sanabria, 2021; OIT, ONU Mujeres y PNUD, 2022).
No obstante, a pesar del reconocimiento constitucional y el alto porcentaje de la población indígena en el país, la discriminación sigue siendo una constante en la sociedad boliviana. El año 2010 se promulgó la Ley N° 045, “Ley contra el racismo y toda forma de discriminación”, que establece los mecanismos y procedimientos para la prevención y sanción de actos de racismo y toda forma de discriminación. Esto probablemente porque la discriminación es una práctica habitual en la sociedad boliviana y se están buscando modos de erradicarla.
La discriminación fue uno de los problemas que se evidenció durante la pandemia, en las entrevistas y talleres con mujeres gremiales contaron de varios casos de discriminación que sufrieron porque no contaban con todas las medidas de bioseguridad que con las que contaban otras personas. Al principio de la cuarentena rígida, no solamente escasearon los medicamentos, también hubo escasez de elementos de bioseguridad como los barbijos y alcohol, lo que hizo que subieran de precio y fueran inaccesibles para personas de bajos recursos. La pandemia hizo evidentes las enormes brechas de desigualdad económica en la sociedad.
“aguantando afuera el calor y el frío también, era horrible, y con mi abarquita y como las señoras de alta sociedad me miraban como bicho, por eso yo he dicho “yo era coronavirus” y se pasaban [a la cera del frente] con su ropita de marciano y yo tenía mi faldita, mi chullu, mi tullma, y así iba. Entonces, cuando me veían así, las señoras se alejaban, y como no tenía barbijo con la mantilla me ponía a la boca – porque no había para comprar – y encima [las señoras me gritan] “¿¡Dónde está tu barbijo!? ¿por qué no te pones barbijo?” ¿y de donde iba a sacar barbijo? Si había comprado una libra de tomate con 10Bs yo no podía, ahí a mi casa con nada de cambio he vuelto” (Mujer productora, El Alto, 2022)
Otro motivo de discriminación fue vivir en la ciudad de El Alto, una ciudad en la que mayoría de su población, debido a sus necesidades económicas, no había dejado de trabajar en el comercio informal y tuvieron que salir a vender en horarios clandestinos para poder sobrevivir durante la cuarentena rígida. Por ello se decía que en esta ciudad mucha gente no se cuidaba del COVID-19 porque no creían que exista la enfermedad. Este fue el motivo por el que muchas mujeres fueron despedidas de sus fuentes laborales por el hecho de vivir en El Alto ya que creían que podrían llevar el virus a los lugares donde trabajaban.
“yo trabajaba en zona sur de la ciudad (La Paz), pero en la pandemia me dijeron “ya no vengas, o sea los de El Alto no usan barbijo, no se cuidan, entonces ya no vengas” y hasta ahora ya no me recibe, o sea siguen con eso, no ha cambiado ese tema” (Mujer trabajadora del hogar, El Alto, 2022)
La discriminación es un problema latente en la sociedad boliviana y especialmente en momentos de crisis política, económica, social -y ahora se ha comprobado que en crisis sanitarias también- resurge con más fuerza.
COVID-19 y la sobrecarga laboral para las mujeres
Muchas de las mujeres que trabajan en el ámbito informal son mujeres jóvenes, la mayoría son madres, tienen entre 1 a 3 hijas e hijos y están casadas o conviviendo en pareja. Muchas de ellas están insertas en el mercado laboral informal porque es el lugar donde encuentran una fuente de ingreso viable para combinar con el cuidado de la familia. Además, 3 de cada 10 mujeres afirma haber dejado de estudiar para dedicarse al trabajo no remunerado del cuidado y las tareas domésticas (OIT, ONU Mujeres, y PNUD, 2022).
El tiempo que las mujeres gremiales dedican diariamente a su trabajo remunerado está entre 12 a 16 horas. Generalmente los fines de semana y los feriados son los días que hay más venta y por lo tanto más ganancias, por lo que son los días que más trabajan (OIT, ONU Mujeres, y PNUD, 2022:41).
“No es lindo ser gremial. Nuestros hijos están al desamparo (…) llegamos ya, habíamos ganado lo que se dice ‘el pan’, pero a cambio de ese pan estamos criando una sociedad que ahora estamos viendo, grave, y eso a mí me da tristeza (…) Llegaba, estaban dormidos (…) yo llegaba, recogía, lavaba hasta las once o doce de la noche. Tres de la mañana, cuatro me iba, tenía pocas horas ¿A qué hora les voy a ver? (…) En la noche llegaba a revisar sus carpetas, cuadernos, les ayudaba hasta pintar o dibujar. Así sufre el gremial. (…) Yo como gremial tenía que ir a la 16 de Julio a las cinco de la mañana (…) Hasta recoger, llegabas ocho de la noche, nueve de la noche… Todo el día estás en la calle. Y tus hijos, ¿qué?, entonces no es bonito. No es bueno” (Mujer gremial de El Alto, 2022).
Además de ese exceso de horas que pasan vendiendo, pasan otras tantas en las tareas de cuidado en sus hogares. Respecto a este trabajo no remunerado que desempeñan en sus hogares, las mujeres bolivianas dedican el doble de tiempo que los hombres. Es decir, si los hombres dedican alrededor de 12,6 horas semanales al trabajo del cuidado y doméstico, las mujeres le dedican 23,5 horas a la semana (OIT, ONU Mujeres, y PNUD, 2022).
Durante la pandemia, en especial durante la cuarentena rígida, el trabajo en los hogares para las mujeres creció aún más, ya que debido a las clases en modalidad virtual a la que ingresaron los colegios, las madres además de hacer todo lo que ya hacían, debían hacer de profesoras y ayudarles a sus hijas e hijos durante las clases.
“yo he sufrido cuando han empezado clases virtuales, tenía que cocinar, tenía que trabajar, entonces [para] los chicos tenían que cocinar, y también ir al mercado, tenía que – así sentada – con mis wawitas tenía que estar. Entonces, si yo no hubiera hecho eso, no harían [tareas] yo a su ladito, sentadita con el profesor en la cámara (…) eso era mucho trabajo y se aumentó más. Mi tiempo no daba (Mujer gremial, El Alto, 2022)
“Entonces era difícil controlarlas a las dos porque tenían que estar en dos ambientes separados. Tenía que vigilar si se faltaban, si no atendían… era estar sobre ellas para que aprendan, atiendan, el internet se cortaba, no había comunicación… Ha sido un trabajo para los papás, porque eso ha sido para nosotros, para sus papás y enseñarle, porque no aprendían nada (…) Entonces el trabajo ha sido para nosotros, para mí, enseñar” (Mujer gremial, El Alto, 2022)
Por un lado, esta sobrecarga laboral, en lo público y en lo privado es uno de los obstáculos más grandes para que las mujeres puedan ingresar al mercado laboral formal y que además se agravó durante la pandemia. Por otro, el entendido de que son las mujeres las que deben hacerse cargo de todas las tareas del hogar hace que la mayoría de las veces sean ellas las que renuncian a sus profesiones o a sus propias actividades para conciliar la vida laboral y el cuidado de los hogares y encuentran en el comercio informal una salida que les permite tener independencia económica y puedan cuidar a sus hijas e hijos al tener cierta flexibilidad en los horarios. Pero esta “decisión” basada en una obligación implícita de la sociedad a las mujeres, hace que muchas de ellas deban optar por entrar a un sector con precarias condiciones laborales, sin derechos ni beneficios sociales, dejando de lado opciones que quizás serían mejores para ellas.
“capaz, consigo un trabajo a medio tiempo, pero es bien complicado para una mamá sola. No hay quien me lo pueda ir a recoger a mis hijos al colegio. Yo he estudiado trabajo social, lastimosamente, de poder ejercer mi profesión es complicado cuando no tienes el apoyo, pero sigo con la lucha, me gusta participar y eso quiero demostrarles a mis hijos: que hay que seguir adelante” (Mujer gremial, El Alto, 2022)
Además de mujeres que no tienen apoyo de sus parejas, hay mamás solas que, al no tener ayuda de nadie, les es realmente imposible conciliar una fuente laboral formal (con horarios establecidos) y el cuidado de la familia. En este sentido las políticas estatales no ayudan, no existen las suficientes guarderías, ni la comprensión en las fuentes laborales formales para que las mujeres accedan a ciertas tolerancias para poder cuidar de sus hijas e hijos.
Faltan políticas que apoyen a las madres cuando tienen que ir a trabajar, como guarderías, no hay apoyo institucional en este ámbito.
“Todos los días tenemos que ir una mujer cargado de nuestros niños, ¿no?, y también por eso a veces se pierde el niño, porque no sabes dónde vas a dejarlo. Sí que hay algunas guarderías, centros infantiles, dentro del gobierno municipal pero no llega a todos, tampoco está a nuestro alcance cerca para que podamos dejar, está en una zona lejana, pero que sales de la casa a las 04 hrs am ya no puedes dejar ¿no?, tienes que llevarle en tu espalda (…) para mí sería formidable, ¿no? que los hermanos gremiales un rato se puedan levantar de su cato pues y que por lo menos, a cinco cuadras, ahicito puedas recogerlo o sino pueda ir a verle (a las hijas e hijos). (Diputada Nacional, 2022, La Paz)
Si bien en algunos mercados existen guarderías, que deberían ser provistas, en cuanto infraestructura por la Alcaldía, éstas son administradas por las líderes vendedoras del mercado. Sin embargo, como afirma la diputada nacional, esto no sucede en ferias, no existen centros infantiles cercanos, a no ser que sean privados, esto limita la posibilidad de que las mujeres con hijas e hijos puedan trabajar o se vean obligadas a dejarles solos en casa, a merced de cualquier accidente.
“no tenía con quien dejar a mis hijos para ir a trabajar, dejaba solos chapados en puerta es cuando no había nadies” (Mujer productora, trabajadora de base de la economía informal, Taller OMAK, 6 de mayo de 2022, El Alto)
Hacen falta medidas que ayuden a conciliar la vida laboral con la vida personal de las mujeres. Además de que falta un cambio de mentalidad sobre los roles que les son asignados en la sociedad tanto a mujeres como a hombres. Sobre todo, las mujeres que trabajan en ferias o son vendedoras ambulantes necesitan lugares seguros dónde dejar a sus hijos/as mientras trabajan. Lugares cercanos a dónde desarrollan su actividad laboral, idealmente gratuitos.
Conclusiones
La pandemia no solo les trajo a las mujeres gremiales más problemas económicos y de salud que los que ya tenían, sino que también sacó nuevamente a la superficie la discriminación en la sociedad y agravó otros problemas que generalmente están ocultos o son minimizados, como la sobrecarga laboral a la que se ven expuestas las mujeres, aún más las de este sector vulnerabilizado.
La discriminación sigue teniendo cabida en nuestra sociedad, a pesar de los reconocimientos sociales y las leyes que buscan una solución normativa. Se podría decir que, a pesar de los avances, la discriminación sigue a flor de piel, dispuesta a resurgir en cualquier momento crítico. Lo que nos lleva a pensar en la efectividad de las medidas que se han estado llevando a cabo y nos obliga también a pensar en otro tipo de estrategias y políticas que logren que este inmenso problema sea superado.
El autoempleo en el mercado laboral informal, por lo general, es una estrategia de supervivencia; para las mujeres puede ser la única oportunidad de conciliar las actividades laborales con las familiares, y también puede ser la única posibilidad de trabajo para personas que enfrentan extremas necesidades económicas.
La pandemia hizo más evidente las enormes brechas de desigualdad en la sociedad. Brechas de desigualdad económica y brechas de desigualdad de género. Es imprescindible que esta profunda crisis que trajo la pandemia nos obligue a reflexionar sobre soluciones, políticas e iniciativas que ayuden a superar los problemas latentes y estructurales de la sociedad que se vienen arrastrando por años, que toda esta crisis, en distintos ámbitos, nos dejen lecciones que nos ayuden a ser más humanos y a construir sociedades más equitativas para todas y todos.
Es precisamente en este contexto complejo y lleno de retos, donde la gobernanza colaborativa se presenta como una oportunidad para proporcionar soluciones que beneficien a la mayor cantidad de partes involucradas. Uno de los hallazgos del estudio realizado por Colabora.lat Bolivia es que la colaboración entre diversos actores, tanto estatales como de la sociedad civil es el mejor camino para encontrar soluciones adecuadas y que respondan a las necesidades de las personas involucradas. Soluciones que puedan contemplar a todos los actores que se pueden ver afectados y sus necesidades.
Bibliografía
Organización Internacional del Trabajo. et al. (2022). Caracterización de mujeres cuentapropistas informales en Bolivia. Estudio comprensivo. Bolivia: Organización Internacional del Trabajo, ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres y Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Pabón, X. y Sanabria, B. (2021). Efectos de la pandemia COVID-19 en mujeres del sector informal de la economía en Bolivia. 1a. ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Asuntos del Sur.
Constitución Política del Estado Plurinacional, promulgada el 7 de febrero de 2009
Ley N° 045 de 8 de octubre de 2010 Ley contra el racismo y toda forma de discriminación.
Autora
Mariana Zeballos Ibañéz (Colabora.Lat Bolivia)