La Covid-19 y las exigencias de una (nueva) gobernanza global
Desde enero de 2020 han muerto 2,14 millones de personas en el mundo a causa de la COVID-19. Las economías de todo el mundo enfrentan severas (y desiguales) retracciones y -según la Organización Internacional del Trabajo- se han perdido unos 255 millones de empleos a causa de la pandemia. Ante este panorama, se presenta la certeza de que aún no ha pasado lo peor de la pandemia y sus consecuencias.
Luego de poco más de un año de la aparición y expansión global de la COVID-19, vale la pena detenerse en una doble constatación: ante un problema mundial, los Estados, por sí mismos o en pequeños esquemas integrados, no han podido hacerle frente con éxito (y si los Estados ricos sufrieron la pandemia, ni falta hace considerar aquellos que no lo son). Por otro lado, hubo (y persiste) un vacío importante de liderazgo multilateral para la gestión efectiva de la pandemia, con una Organización Mundial de la Salud (OMS) que ha hecho (prescindiendo de un juicio al respecto) lo que estaba a su alcance y en su competencia.
Mediante el nombramiento de la exprimera ministra neozelandesa, Helen Clark, y la expresidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf, el Director General de la OMS materializó la creación del Grupo independiente de preparación y respuestas frente a la pandemia1 en julio de 2020. Su misión se ha centrado, desde ese entonces, en identificar mecanismos más eficaces -especialmente, para la OMS, pero también para los Estados del sistema internacional- para hacer frente a esta pandemia y generar buenas prácticas y experiencias para su superación, así como el manejo de futuros eventos similares o problemáticas análogas.
Las propuestas del Grupo independiente
Hace pocos días, este grupo hizo pública una versión preliminar de lo que será el Segundo Informe de los Progresos Realizados, que se presentará y debatirá ante el Consejo Ejecutivo de la OMS en mayo de 20212. Las premisas de las copresidentas en el informe están inspiradas, sin lugar a dudas, en el deseo de miles de millones de personas en el mundo, vale decir: la colaboración, la universalidad y la equidad como principios rectores para poder salir de esta crisis.
Junto a la constatación de que el mundo no estaba preparado para tal pandemia, el informe avanza en una serie de recomendaciones para mejorar la gestión global de la pandemia, lo cual no sólo redundaría en salvar vidas sino, también, en las fuertemente golpeadas economías.
- Es importante avanzar en un abordaje integral con las medidas de salud pública, que conjugue las intervenciones farmacéuticas -como las vacunas y las drogas para tratamientos- con aquellas que no lo son -como el uso de mascarillas y el distanciamiento físico-, en modo de potenciar la eficacia de las mismas.
- Las respuestas a la pandemia deben apuntar a reducir las desigualdades ya existentes, en vez de aumentarlas, tanto al interior de los Estados como entre estos. En este sentido, se desprende la inadmisibilidad de que primen el poder económico y el interés nacional por sobre la universalización y la colaboración, reconociendo que esta pandemia “no comenzó en los países más pobres, pero estos sufren enormes daños colaterales y necesitan más solidaridad y apoyo de la comunidad internacional”.
- Se requiere robustecer el sistema mundial de alerta de pandemia incorporando, al mismo, una mayor modernización (especialmente, digital) que dinamice el flujo de la información. Sin embargo, esto debe ir, necesariamente, de la mano con la predisposición (política) de los Estados de adoptar las medidas necesarias al emitirse una alerta.
- Es fundamental que, en el futuro, se tomen efectivamente en cuenta los riesgos existenciales que plantea la amenaza pandémica, contrario a lo que pasó con el Covid-19. Los aprendizajes de las crisis pandémicas no se tradujeron en insumos para la acción rápida en la actual crisis y las consecuencias de esto son, lamentablemente, conocidas.
- Es recomendable fortalecer el rol de la Organización Mundial de la Salud. En este punto, se habla de la necesidad de dotarla de las capacidades necesarias que incentiven a los Estados a actuar de forma “eficaz, disciplinada, transparente, responsable y oportuna”.
- Aprovechar la actual crisis para un replanteamiento sistémico de la preparación ante pandemias, que incluyan a todos los niveles –desde los organismos internacionales a las comunidades locales-, para dar lugar a un marco global de prevención y protección ante pandemias.
En gran medida, las recomendaciones del Grupo hacen un expreso llamamiento a fortalecer los mecanismos multilaterales y sus cristalizaciones institucionales (como es el caso de la OMS). Sin embargo, ya mucho antes de la irrupción del Covid-19, dichos mecanismos, en distintas agendas -como la del comercio global o el cambio climático-, estaban considerablemente debilitados. Es por ello que no sorprende que, en un contexto de crecientes tensiones geopolíticas, la irrupción de una pandemia global no haya encontrado un contexto favorable para la negociación, el consenso y la coordinación.
Vislumbrando los desafíos para un esquema de gobernanza global
Más allá de lo loable de las disposiciones de este segundo informe, resulta importante no olvidar un punto central, tanto a nivel internacional como doméstico: el poder importa. Es fundamental que, en los proyectos, previsiones y medidas a tomar, se parta del reconocimiento de que hay actores que están ganando (y mucho) con la pandemia, y que los incentivos para actuar a través de principios tales como la equidad y la colaboración para superar esta crisis global quedan -en el mejor de los casos- desdibujados. Muestra de ello es el actual fenómeno del nacionalismo de las vacunas, así como también la opacidad del funcionamiento de las grandes farmacéuticas que controlan actualmente la producción y suministro de las vacunas3.
Lo mismo vale para las sugerencias de dotar de mayores facultades (mejor dicho, de poder) a la OMS u otros organismos internacionales. ¿Qué pasará con los países que no quieran formar parte de dicho esquema institucional? ¿Bajo qué mecanismo de enforcement se obligará a los Estados miembros a cumplir con las disposiciones de la OMS? ¿Y cómo entran en estas estipulaciones las grandes multinacionales y las organizaciones filantrópicas (muchas de las cuales, poseen presupuestos que más de un Estado de bajos ingresos envidiaría)?
Estos interrogantes no echan por tierra toda la loable acción de investigación y de proposición del Grupo sino, más bien, son elementos importantes para incluir en las mismas, en modo de evitar que este informe se transforme, así como el precedente y los sucesivos, en producciones políticamente correctas destinadas a adornar estanterías.
Ante las amenazas del desarrollo de la actual pandemia y de problemas globales cada vez más acuciantes -como el cambio climático- necesitamos un esquema de gobernanza global eficaz, dinámico y colaborativo que, necesariamente, incorpore las disputas de poder y de intereses de sus actores.
Autor: Ignacio Lara
Presidente del Consejo Directivo de Asuntos del Sur – Argentina
- El Grupo está conformado también por: Mauricio Cárdenas, Aya Chebbi, Mark Dybul, Michel Kazatchkine, Joanne Liu, Precious Matsoso, David Miliband, Thoraya Obaid, Preeti Sudan, Ernesto Zedillo y Zhong Nanshan.
- El primero fue entregado el 17 de septiembre de 2020.
- Ilustrativo al respecto es la situación que se vive en la Unión Europea: https://www.eldiario.es/internacional/ue-entra-crisis-retrasos-incertidumbre-falta-transparencia-vacunacion_1_7165905.html