¡Todos y todas estamos juntos en esto! El doble rol de la pandemia en la salud colectiva de los pueblos afrocolombianos
Esta reflexión aborda tres ejes temáticos: el contexto de atención en salud que viven las comunidades afrocolombianas, las afectaciones psicosociales generadas en jóvenes y mujeres afrocolombianas y el papel de los saberes ancestrales en la pandemia.
La pandemia de la covid-19 vino a ampliar la desventaja socioeconómica estructural y sistemática que tienen las poblaciones afrocolombianas respecto del resto del país. En el caso de las condiciones de salud y las prácticas de cuidado en los territorios afrocolombianos, hay una continuidad en la persistencia de brechas que es muy preocupante. Pensamos que la pandemia ha jugado un doble rol en la salud colectiva de los grupos étnicos: por un lado, ha agravado sus procesos de salud-enfermedad-atención (Menéndez, 2020) y, por otro, se ha convertido en una oportunidad para resaltar la necesidad de modelos de salud diferenciales e interseccionales en Colombia y América Latina. Es decir, con la pandemia se ha evidenciado la necesidad de implementar políticas, programas y acciones concretas que tengan en cuenta los efectos diferenciales asociados a la pertenencia étnico-racial, el género y la generación.
Para ahondar en esta idea, abordaremos tres ejes temáticos. El primero da cuenta del contexto de atención en salud que viven las comunidades afrocolombianas. Aquí se evidencia cómo la desigualdad estructural, imperante en dichos territorios, ha repercutido en el manejo de la covid-19. El segundo resalta las afectaciones psicosociales generadas en jóvenes y mujeres afrocolombianas. La pandemia ha expuesto a esta población a situaciones extremas que debilitan las identidades personales y colectivas. El tercero reconoce el papel de los saberes ancestrales en la pandemia. Han sido las comunidades con sus tradiciones y recursos propios quienes han generado prácticas de cuidado que aparecen en el escenario de la salud pública como estrategias innovadoras y alternativas. Finalmente, concluimos con unas reflexiones sobre la importancia de adoptar un enfoque diferencial e interseccional en el manejo del cuidado en las poblaciones afrocolombianas.
La atención en salud de las poblaciones afrocolombianas. Las brechas de siempre.
Es muy complicado garantizar un derecho universal a la salud cuando se vive en contextos de extrema desigualdad. El informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), publicado en abril de 2020, destaca que las poblaciones afrodescendientes de América Latina se enfrentan a desigualdades preexistentes a la Covid-19. En Colombia, tan solo el 69,9% de hogares afrocolombianos tienen acueducto, frente al 86,4% del promedio nacional. Este limitado acceso al agua, que en muchos casos no es potable, restringe las posibilidades de combatir el virus y mantener un buen estado de salud. La situación de salud se agrava debido al mayor impacto del conflicto armado, el desplazamiento forzado y las desigualdades sociales en estas comunidades frente al resto de la población colombiana.
Un análisis sobre el racismo y la segregación de la población afrocolombiana del Pacífico realizado por Martínez y cols. (2021), señala que muchas causas de enfermedad en la región están asociadas a la gestación, la hipertensión, infecciones virales, parasitosis y diabetes. También, es muy preocupante la persistencia de enfermedades prevalentes como la tuberculosis, la malnutrición, el paludismo, la fiebre tifoidea, las enfermedades diarreicas, la infección respiratoria aguda, el cáncer, entre otras. La covid-19 ha llegado para sumarse a la lista, con el agravante de que esta pandemia se alimenta de afecciones preexistentes como el sobrepeso, la diabetes y la hipertensión, las cuales presentan altos índices dentro de la población afrocolombiana, dejándolos en mayor vulnerabilidad que el resto de la población. Teniendo en cuenta estas vulnerabilidades es que investigaciones epidemiológicas como la de Escallón y cols. (2021), señalan que la covid-19 tiende a afectar más a la población afrocolombiana, por su mayor posibilidad de terminar en UCI y el mayor riesgo de morir. De hecho, el análisis del Sistema de Inteligencia Epidemiológica para Decisiones Informadas en los Territorios (SIEDITer) – liderado por la Alianza Pacífico Task Force – indica que, en Colombia, la población afrocolombiana tiene 96% más riesgo de estar hospitalizada, 316% más probabilidades de terminar en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y 28% más riesgo de morir cuando se han infectado por Covid-19, si se compara con la población que no se auto-reconoce como perteneciente a algún grupo étnico (Sinisterra y Valencia, 2020; Naranjo, 2020). Tratar la pandemia y las demás afecciones que azotan una región, como el Pacífico Colmbiano, se torna una odisea puesto que los centros médicos con la mejor infraestructura y personal de salud están ubicados en las ciudades y en la región central del país, alejados de las zonas rurales y de las zonas de difícil acceso.
Estas brechas logran comprenderse un poco más cuando se revisa el acceso a las UCI. La Nota Macroeconómica No. 24 de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, resalta que las UCI se encuentran más alejadas para las comunidades indígenas y negras que para otros grupos poblacionales del país. El promedio de kilómetros, en línea recta, que deben recorrer las comunidades afrocolombianas desde sus territorios hacia una UCI es de 81,49 km. No obstante, debe considerarse que la distancia real es más grande debido a la ausencia de carreteras y de medios de transporte fluviales y terrestres rápidos y asequibles.
Para complementar este panorama de desigualdad, retomamos la experiencia de los talleres y grupos focales que realizamos con jóvenes afrocolombianos en el marco del proyecto Colabora.Lat. En dichos espacios emergió la percepción de un sistema de salud que es insuficiente, ineficaz, desigual e injusto. En las palabras de las y los jóvenes de Cali se reconocen las debilidades percibidas en la atención que han recibido ellos, ellas y sus familias:
“A muchas personas las pusieron a esperar, dejando morir a la gente”.
“La salud en este país es como un caracol: damos tantas vueltas que primero llegamos al cementerio antes que ser atendidos, antes de que llegue la orden (médica), te tienen rodando de aquí para allá y de allá para acá”.
“Si me llegara a enfermar prefiero morirme antes que vivir las humillaciones en los hospitales”.
“En este país vale más la corrupción que la salud de la gente.”
“En este tiempo le dan más importancia a los que tienen Covid-19 que a otras personas que tienen otras enfermedades. Mi abuela tiene diabetes y no la quisieron atender, hay personas que han muerto porque no las atienden a tiempo.”
En esta misma línea, las y los jóvenes de Buenaventura perciben que la situación de la salud en el distrito portuario se ha menoscabado debido a la corrupción, la excesiva burocracia y la poca idoneidad de los funcionarios para desempeñar sus cargos. Creen que debe hacerse una mayor inversión en infraestructura y equipos médicos, así como en los salarios del personal de salud y en su preparación apropiada.
En suma, dada la carencia de servicios de salud de calidad en los territorios de poblaciones afrocolombianas, los miembros de estas comunidades deben vivir sus procesos de salud-enfermedad-atención por fuera de ellos, enfrentándose a una mayor discriminación y desigualdad en los lugares donde se desplazan y generando costos adicionales que deben asumir. Esto evidencia que el Estado colombiano ha hecho muy poco para generar entornos protectores en estas comunidades y para facilitar el acceso a los servicios de salud. La crisis financiera del hospital público de Buenaventura desde el año 1997, es un ejemplo del abandono estatal. A pesar de que Buenaventura es el puerto más importante de Colombia, y conecta con las economías asiáticas, la ciudad no cuenta con una infraestructura hospitalaria adecuada. En esa medida, si no se fortalece la prestación de los servicios de salud para las poblaciones afrocolombianas ni se fomentan políticas para resarcir los rezagos en seguridad, educación, acceso a servicios básicos, empleo, infraestructura y vivienda, estas comunidades estarán aún más vulneradas después de la pandemia y no van a reponerse tan rápido.
Covid-19 y salud mental: una pandemia psicosocial
Un tema recurrente, que aparece en las percepciones de los y las jóvenes, son las afectaciones a la salud mental agravadas o generadas a raíz de la crisis de la covid-19. La salud mental es un tema cada vez más preocupante para la salud pública global. Así, la coyuntura actual permite hablar de una pandemia psicosocial debido al aumento del estrés, la ansiedad, la depresión y otras afectaciones emocionales.
Una encuesta sobre la salud mental de la población colombiana en el primer mes de distanciamiento físico durante el año 2020, realizada por Profamilia, una organización privada sin ánimo de lucro que promueve el respeto y el ejercicio de los Derechos Sexuales y Reproductivos en Colombia, dejó unos datos preocupantes en relación a la población afrocolombiana: 63% de las personas afrocolombianas encuestadas refieren tener alta carga de cuidado, 48% están preocupados por perder su trabajo, 32% reportaron estar sin empleo, 76% indicaron no tener ahorros, 12% dijeron padecer o haber tenido una enfermedad mental o alguien de su familia en los últimos seis meses, 48% afirmaron haberse sentido nerviosos y un 28% dijeron haberse sentido desesperanzados.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), concibe a la salud como un estado de bienestar físico, mental y social. A las poblaciones afrocolombianas no solo se les ha vulnerado dicho bienestar físico (antes y durante la pandemia), como se enunciaba en el apartado anterior, sino también las dimensiones mental y social, tal como lo muestran las cifras de la encuesta de Profamilia.
Esta pandemia ha repercutido en la salud mental de toda la población global pero ha tenido un efecto diferencial en poblaciones expuestas a mayores condiciones de vulnerabilidad. En Cali, por ejemplo, los y las jóvenes y mujeres afrocolombianas que han participado de los talleres realizados con el grupo de jóvenes de la Asociación Casa Cultural el Chontaduro, refieren que el encierro provocado por las medidas de confinamiento desató sensaciones de estrés. Lo anterior se aunó a la desesperación por la imposibilidad de estudiar o de trabajar. Algunos de los y las jóvenes afro del oriente de la ciudad, una zona golpeada por la pobreza, la violencia y la desigualdad, se vieron en la necesidad de abandonar sus estudios por carecer de medios tecnológicos para tomar clases virtuales; aunque otros desertaron por la necesidad de emplearse en alguna actividad que les generara una remuneración para solventar la crisis económica derivada de las medidas adoptadas por los gobiernos local y nacional en el marco de la emergencia sanitaria. De este modo, muchos y muchas han visto truncados sus proyectos de vida, generando fuertes lesiones emocionales.
En Buenaventura, los y las jóvenes presentaron una situación similar. La deserción escolar ocasionada por la carencia de recursos tecnológicos fue un grave golpe emocional. Sin embargo, se destaca la labor de la Fundación Rostros y Huellas para hacer colectas entre miembros de la comunidad de la comuna 7 del distrito y alianzas con otras organizaciones sociales, para comprar planes de internet que facilitaron el acceso a clases virtuales de algunos y algunas jóvenes. Esta ha sido una estrategia destacable en medio del incumplimiento del gobierno local y nacional en la entrega de recursos para la conectividad.
La salud mental de los jóvenes, niñas y niños de Puerto Tejada también se ha visto afectada debido a las medidas de aislamiento. Ellos y ellas, desde la organización Sinecio Mina, refieren que el distanciamiento social y la prohibición de actividades cotidianas han incidido en la generación de estados de ansiedad y depresión debido al impedimento del contacto físico y la escasa comunicación entre pares. Esta situación ha sido muy delicada en el distrito de Buenaventura puesto que, tan solo en el primer trimestre de 2021, se han dado 7 casos de suicidio y esta tasa se duplicó de 2019 a 2020, pasando de 10 a 19 casos. Algunos líderes sociales del puerto indican que este tema es poco abordado desde la institucionalidad, aunque se resalta la iniciativa de la ONG Médicos sin Fronteras que estuvo presente durante 5 años en el territorio para orientar a la población víctima de desplazamiento forzado sobre su estado físico y psicológico, dejando el Programa de Salud Mental al Hospital distrital Luís Ablanque de la Plata.
De esta manera, las pesadas cargas en las labores de cuidado, la incertidumbre por no poder trabajar o estudiar, los problemas familiares y financieros, el truncamiento de los proyectos de vida y las violencias en los territorios, han llevado a un fuerte desgaste emocional de los y las jóvenes y mujeres afrocolombianas de estos territorios. Por dicha razón, las respuestas a la pandemia no solo deben estar dirigidas a la crisis sanitaria de la covid-19 sino también al restablecimiento de los estados de bienestar mental y social de los grupos más vulnerados.
El rol de la ancestralidad en el manejo de la pandemia
A pesar de las fallas históricas y estructurales del Estado colombiano para garantizar la salud integral y de calidad de las poblaciones afrocolombianas, estas comunidades tienen sus propias estrategias para hacer frente a las problemáticas de salud. De este modo, la medicina tradicional ha desempeñado un papel muy importante en el manejo de la pandemia en los territorios afrocolombianos. Los y las jóvenes de Cali, Puerto Tejada y Buenaventura han reconocido que en sus comunidades se han desplegado diversos mecanismos en la prevención y atención del virus, basados en el uso de plantas medicinales y curativas, cuyo manejo proviene de la sabiduría ancestral del pueblo negro.
Los y las jóvenes reconocen la importancia de recoger estos saberes para el mantenimiento de la vida y el cuidado de sus comunidades. Plantas como la caléndula o el amaranto son usadas para tratar los síntomas del covid-19 y otras afecciones como gripa, fiebre o diarrea. Otras plantas como la manzanilla, el limoncillo, la hierbabuena, la canela, el eucalipto, el jengibre, la mata de ratón, el ajo, la cebolla y el tomillo, son usadas de modo tópico, ingeridas o en infusión como ayuda para combatir el virus. Muchos de estos saberes provienen de las abuelas y madres, quienes resguardan las tradiciones y se arriesgan para proteger la comunidad.
Así, muchas poblaciones afrocolombianas tienen la medicina tradicional como un aliado fundamental para tratar y combatir el virus. Estos saberes también han actuado para atacar epidemias de malaria y cólera que han azotado al Pacífico colombiano en el pasado. Sin embargo, la ancestralidad renaciente no solo se refleja en la medicina tradicional, sino también en la filosofía del cuidado que caracteriza al pueblo negro.
Con base en la filosofía Ubuntu, como una herencia de africanía, el concepto de cuidado de los grupos afrocolombianos proviene de una mirada colectiva que reconoce a la comunidad como un ente vivo, más allá de la individualidad. El reconocimiento de un nosotros por encima del yo constituye un principio de solidaridad sobre el que se edifica la noción de comunidad que orienta la atención de los problemas de salud-enfermedad-atención. Dawson y Jennings (2012) resaltan la solidaridad como un principio fundamental en la ética de la salud pública, en el que se trasciende de una mirada donde la enfermedad solo compete al individuo que la padece, para dar cuenta que esa condición del “otro” está inextricablemente relacionada a la mía. Pero eso no es simplemente porque dicha condición sea una amenaza, sino porque los estados de salud individuales son interdependientes de una manera mucho más rica. Dado que existen factores socioculturales que le dan forma a los determinantes de la salud, hace mucho más sentido comenzar un análisis de la salud desde el nosotros y no desde el yo. Es así, como las comunidades afrocolombianas han abordado la pandemia desde el principio de solidaridad cuya lógica enuncia que la distribución de la salud y la enfermedad es una preocupación común.
La sabiduría ancestral de los pueblos afrocolombianos, cuyo resorte es la medicina tradicional y la lógica del cuidado basada en la solidaridad, han sido las estrategias que estas comunidades han desplegado contra el virus. El modelo médico hegemónico sobre el cual se basan la mayoría de medidas anticovid-19, tiende a ignorar estos saberes. El esfuerzo de gobernantes y científicos por entablar un diálogo con la ancestralidad de los grupos étnicos ha sido muy poco y se espera que estas comunidades asimilen las medidas dictadas por las instituciones de salud, con base en la evidencia científica, sin un trabajo pedagógico que denote comprensión de las lógicas vernáculas de salud-enfermedad-atención. Este no solo es el caso de las comunidades afrodescendientes sino también el de las comunidades indígenas. En un reportaje para Cero Setenta (portal periodístico Colombiano), Tatiana Tapia indica que ha habido un esfuerzo casi nulo por parte del gobierno nacional para colocar a dialogar la medicina occidental con la medicina tradicional indígena de los pueblos amazónicos. Además, esa falta de iniciativa ha estado relacionada con la desconfianza de los pueblos indígenas con los servicios de salud, por ser un sistema intrusivo que reproduce prácticas sin un enfoque diferencial y con desconocimiento del pensamiento de las comunidades. En este contexto, la pandemia actual puede ser una oportunidad para resaltar las distintas lógicas de cuidado en vez de desplazarlas y así aplicar un enfoque diferencial e interseccional en la respuesta a esta crisis y a otros problemas de salud.
Reflexiones finales: hacia un modelo interseccional de salud
Se puede hablar de la presencia de una sindemia, dadas las condiciones de vida de las poblaciones afrocolombianas, que dejan ver cómo la pandemia interactúa con determinantes socioeconómicos que afectan de modo considerable el comportamiento del virus, generando peores resultados para esta población. Al revisar dichos determinantes, también se puede hablar de una copandemia, puesto que existen otras enfermedades y problemáticas desatendidas que afectan de manera desproporcionada a las poblaciones más pobres y vulnerables, como lo es el caso de la salud mental. Un modelo de salud que garantice servicios públicos, ofrezca reales condiciones de seguridad territorial y tenga un sistema de transporte eficiente a los centros de atención, es un logro grande para combatir la covid-19 y prevenir muchas afecciones de salud en las comunidades afro.
Una lectura interseccional de la salud pública indica que los Estados necesitan generar medidas más extremas para atender a las poblaciones que históricamente han sido marginadas. Hasta ahora, las políticas de nivel central desplegadas en el marco de la pandemia en un país como Colombia han terminado reproduciendo las desigualdades existentes. Esto permite ver cómo los problemas de salud física y mental son mucho más sentidos en las poblaciones afrocolombianas, por lo que deben pensarse intervenciones integrales que atiendan las particularidades de raza, etnia, género y edad, para subsanar las inequidades.
Finalmente, el principio de solidaridad, piedra angular de la ancestralidad afrocolombiana, indica que la pandemia es un problema complejo que no puede pensarse desde lo individual, sino desde lo común: ¡Todos y todas estamos juntos en esto! Por lo tanto, el camino no puede ser individual, sino pensado desde estrategias colectivas. La pandemia ha mostrado la importancia de reunir esfuerzos entre distintos actores de la sociedad para salir de problemas complejos. Por ello, pensar un nuevo modelo de gobernanza en América Latina implica volver a la manera como estamos concibiendo la salud colectiva y responder a estos cuestionamientos: ¿cómo la colaboración ha permitido salir de la crisis pandémica de la covid-19?; ¿cuáles han sido los obstáculos para que se dé esa colaboración?; y ¿cómo podemos aprender de esta pandemia para solucionar los demás problemas que azotan a la gobernabilidad latinoamericana? La clave está en comprender a mayor cabalidad el principio de solidaridad que subyace a la colaboración. Aquí cobra mucha relevancia la comprensión de las lógicas que se vienen desarrollando a nivel local, como sucede en las comunidades afrocolombianas, aprendiendo de sus experiencias y generando matrices de saberes que los gobiernos deben considerar para darle un giro radical al modo de hacer política.
Referencias
DANE (2005). Censo General de población.
Goikoetxea, I. G. (2017). ¿Un neologismo a la moda?: Repensar la interseccionalidad como herramienta para la articulación política feminista. Revista Investigaciones Feministas, 8(1), 73-93.
McCall, L. (2005). The complexity of intersectionality. Signs: Journal of women in culture and society, 30(3), 1771-1800.
Nash, J. C. (2008). Re-thinking intersectionality. Feminist review, 89(1), 1-15.
Sinisterra L y Valencia I.H. (2020) Una pandemia racializada y securitizada: una radiografía del COVID19 y la violencia en el caso Colombiano. Asuntos del Sur: Serie la democracia importa.
Autoría*:
Jorge Figueroa
Docente e Investigador.
Universidad ICESI (Colombia)
Inge Helena Valencia
Docente y jefa Departamento de Estudios Sociales.
Universidad ICESI (Colombia)
Dilme Briche
Movimiento Histórico y Cultural Sinecio Mina – Puerto Tejada, Colombia
Investigadora local, Universidad Icesi
Alejandra Alzate
Casa Cultural El Chontaduro – Cali, Colombia
Asistente de investigación, Universidad Icesi
Weimar Ordóñez
Fundación Rostros y Huellas – Buenaventura, Colombia
Investigador local, Universidad Icesi
* Equipo investigador de Colombia. Proyecto: Innovación pública y social basados en evidencia para la construcción de un acuerdo democrático post COVID-19 en América Latina. Universidad Icesi, Asuntos del Sur. IDRC Canadá Consorcio Colabora.Lat